A merced del millonario by Cathy Williams

A merced del millonario by Cathy Williams

autor:Cathy Williams
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 2008-08-09T22:00:00+00:00


Capítulo 6

GEORGIE no consiguió escapar hasta después de las nueve. Y aun así, tuvo que enfrentarse a un aluvión de protestas de Didi, quien no creía que su pequeño utilitario aguantara el viaje. Creía que se estropearía en algún lugar entre la propiedad de los Greengage y el centro del pueblo.

Mientras Pierre la observaba desde la pila, donde estaba fregando unos cacharros, su madre se dedicó a intentar convencerla para que esperara una hora más y pudieran llevarla a casa en el Bentley.

Georgie tuvo que echar mano de toda su imaginación para poder huir sin parecer que estaba huyendo y para dar la impresión de que habría admitido la oferta de Didi si tal cosa hubiera sido posible. Al final, lo consiguió. Y ahora estaba de vuelta en su hogar y con todo un día por delante, porque Didi y Pierre habían quedado en ir de compras y, con un poco de suerte, no volverían hasta última hora de la tarde.

Ya no nevaba. Hacía mucho frío, pero el cielo estaba azul, el sol brillaba y el paisaje blanco empezaba a derretirse. Georgie cruzó los dedos para que el tiempo empeorara; de ese modo irían a cenar a algún restaurante. Cualquier cosa era preferible a correr el riesgo de perder el control otra vez.

Cuando pensó en lo sucedido, tuvo que apoyarse en un mueble y cerrar los ojos.

No sólo la había tocado, sino que ella deseaba que la tocara y prácticamente se había rendido a sus caricias, sin protestar.

Estaba tan desesperada que se puso a hacer todo tipo de cosas. Limpió la casa de arriba abajo, lo cual la dejó agradablemente exhausta para la hora de comer, y luego empezó a trabajar con el traje de Papá Noel, que estaba en mal estado tras muchos años de uso por parte del señor Blackman, el encargado de disfrazarse y de llevar el saco con los regalos para los niños. Faltaban pocos días para la Navidad y la barba blanca casi parecía una alfombra sucia.

Pero el trabajo no consiguió que dejara de pensar en Pierre. Imaginaba su boca en los senos, sus manos sobre la piel, su propia y maravillosa sensación de querer rendirse a una fuerza superior a ella. Nunca había experimentado nada tan intenso. Stan había sido un amante tranquilo; Pierre, absolutamente arrebatador.

A las cinco y media sonó el teléfono. Era Didi, y estaba tan contenta por la jornada de compras con su hijo que no se parecía nada a la mujer deprimida y cansada de unos días antes. Le contó todo lo que habían hecho, desde la comida en un hotel hasta el té que se había tomado, pasando por las tiendas donde habían comprado los regalos y los adornos para el árbol de Navidad.

Georgie intentó imaginar a Pierre de compras navideñas. Nunca lo habría creído capaz de hacer una cosa así, pero para entonces ya era consciente de haber cometido unos cuantos errores de apreciación con él. Ni era aburrido ni carecía del sentido del humor ni estaba totalmente obsesionado con el trabajo.



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